Dicen que la curiosidad mató al gato: el único animal que presume de tener siete vidas. Es por esto que el gato es el animal más curioso de todos, y el ser humano, el animal más curioso acerca de la forma de vivir de los gatos.
El universo es un caos ilimitado, pero ordenado en esencia. Unas leyes que gobiernan y legislan para toda la materia. El gobierno de lo absoluto, del folio manuscrito, del quod erat demostrandum. La guerra de la masa para escapar del campo que lo atrapa, del electrón queriendo ser energía al bajar de capa. La vida en el ojo del agujero que se hace eterna, mientras la arena del reloj hace el esfuerzo de caer con más fuerza. Y una vez más es imposible hacer nada sin cumplir las leyes que nos pueblan.
Me pregunto que pasó en la mitad de la mitad del mínimo tiempo antes de que estallara lo que conocemos. Si había reverso en la moneda, si existen tantos universos paralelos como formas de decir “te quiero”; si vivimos en un mundo de once dimensiones y si cuando me atraes más lento pasa el tiempo.
Me pregunto y me pregunto, y llego a la conclusión de que mis preguntas no eran necesarias para que existiera este universo. Pero allí está el milagro: uno preguntándose sobre sí mismo, sabiendo que hablar de uno mismo es hablar del resto.
Pero para llegar a explorar once dimensiones no hay que andar . Encontrar las ecuaciones que nos pueblan, y escapar de planilandia con ella. Hallar la probabilidad de que nos encontremos en el mismo lugar, superpuestos en el mismo estado, pensando en un candado medio abierto, en un gato curioso, medio vivo (y medio muerto). Romper con lo establecido y hacer revolución. Morder la manzana caída, y recordar, que el saber es peligroso porque emite radiación.
Y no es más importante el Eureka que la pregunta. Que la pregunta es el principio de la respuesta y la nuez, el universo que abre la Ciencia.
Dedicado al prof. S. Hawking